Bob Marley y la verdad sobre el cannabis
Al hablar de salud natural y de plantas medicinales, siempre acaba llegando el momento en el que opinar acerca del cannabis. Y el 11 de mayo es un buen día para hacerlo, pues tal día como hoy de 1981 moría Bob Marley, cuyo nombre quedará unido para siempre no sólo a la música reggae y al movimiento rastafari, sino también al del cannabis.
El cannabis es el nombre en latín de una planta muy corriente: el cáñamo.
El cáñamo, planta de nuestros campos
El ser humano lleva más de 10.000 años utilizando el cáñamo para fabricar cuerdas, telas, aceites (incluso los primeros motores diésel funcionaban con aceite de cáñamo), comerse sus semillas y, desde hace algo menos, para hacer papel (la primera Biblia de Gutenberg se imprimió en papel de cáñamo).
Es una planta muy fibrosa, de origen asiático, pero su utilidad era tan evidente que pronto se extendió a todas las civilizaciones, desde la china hasta la romana, pasando por la egipcia, Mesopotamia y, más tarde, por Europa, México… hasta que por fin se extendió al mundo entero en el siglo XIX.
Se cree que el conocimiento sobre sus efectos psicotrópicos (alteración de la conciencia) deriva de la ingesta como alimento de las semillas. En efecto, el cáñamo contiene unas sustancias activas llamadas cannabinoides, entre las cuales la más potente es el tetrahidrocannabinol (THC), seguida luego del cannabidiol (CBD).
Cannabis, marihuana, hachís
Cannabis, marihuana y hachís son términos que se refieren a diferentes partes de la planta:
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El cannabis es la planta entera, y su concentración en THC (sustancia psicotrópica) varía según las especies.
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La marihuana son las flores hembras secas y no fecundadas del cáñamo (o cannabis). Su concentración en THC oscila entre un 1 y un 20%.
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El hachís es la resina del cáñamo, extraída de las hojas y las flores de la copa de la planta para formar una pasta marrón. Tiene una concentración de THC de entre el 10 y el 30%.
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Se puede extraer el aceite esencial de cáñamo gracias a unos disolventes y es mucho más rico en THC (80%).
Todos estos productos pueden consumirse de muy modos diversos (en infusión, por vaporización, en pasteles...), pero lo más habitual es fumarlos, mezclándolos con tabaco para hacer lo que se denomina un porro.
Esta práctica es ilegal en la mayoría de países cuando su uso se considera “recreativo”, pero cada vez hay más países que despenalizan la posesión de cannabis en pequeñas cantidades para el autoconsumo y que autorizan su uso terapéutico, como Canadá, Australia, los Países Bajos, Reino Unido, Nueva Zelanda y cerca de 20 estados de los Estados Unidos. En España no existe responsabilidad penal en caso de autoconsumo, por lo que la tenencia para consumo propio no es punible, al igual que tampoco lo es su cultivo para el mismo fin. Por su parte, Uruguay ha sido el primer país en legalizar el año 2013 plenamente la venta y cultivo de cannabis, tanto la producción (controlada por el Estado) como la tenencia, usos recreativos, industriales y medicinales.
Efectos inmediatos del cannabis
Los cannabinoides tienen como efecto inmediato disminuir la coordinación y la tensión arterial y muscular, provocando de este modo una sensación de flotación (lo que se llama estar “colocado” o “fumado”), y también reducen la memoria a corto plazo.
El corazón late más rápido, los ojos enrojecen, la boca se seca y el apetito aumenta.
En definitiva, se trata de una alteración del estado físico y psíquico que explica el éxito del cáñamo en los rituales chamánicos y religiosos (luego hablaré de ello con más detalle).
En función de la cantidad de THC y de cada individuo, este estado puede resultar más o menos agradable, y más o menos violento.
Para algunos, el cannabis provoca estados de distensión o euforia, pero cada año en Estados Unidos 430.000 personas acuden a urgencias por crisis como ataques de pánico o episodios de delirio. (1)
A largo plazo: disminución del CI, fracaso escolar, esquizofrenia, suicidio
A largo plazo, el consumo habitual de cannabis reduce el coeficiente intelectual (CI) de 3 a 6 puntos en los adultos y de 8 puntos en aquellos que empiezan a consumirlo en la adolescencia, según un amplio estudio neozelandés que se llevó a cabo en 2012. La atención, la memoria y la vivacidad intelectual se ven alteradas, de un modo cada vez más pronunciado y persistente. (2)
Estos resultados han sido confirmados por un estudio que acaba de ser publicado en la prestigiosa revista británica de medicina The Lancet, en el que se señala que los adolescentes menores de 17 años que fuman cannabis todos los días tienen un 60% más de riesgo de no terminar el bachillerato y de no aprobar la selectividad que los que nunca han fumado.
Y lo que es aún más grave, según el estudio, los que fuman cannabis a diario tienen 7 veces más riesgo de intentar suicidarse y 8 veces más riesgo de consumir otro tipo de drogas en algún momento de su vida. (3)
También resulta muy inquietante que se asocie el consumo de cannabis a un aumento considerable del riesgo de padecer esquizofrenia, una enfermedad mental grave. (4)
Al desprender las mismas toxinas de combustión que el tabaco (alquitrán, monóxido de carbono y radicales libres, entre otros), el cannabis fumado tiene también los mismos efectos que aquél en lo que respecta al aumento del riesgo cardíaco, de cáncer de pulmón, etc.
Y, por último, un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, en Estados Unidos, publicado en la revista Cancer, alerta de que el consumo frecuente a largo plazo de marihuana podría aumentar el riesgo de desarrollar la forma más agresiva de un tipo de cáncer testicular. Ha puesto de manifiesto que el aumento de consumidores y el incremento de la incidencia de este tipo de cáncer han corrido paralelos en los últimos 50 años. (5)
Cannabis: un hábito de consumo muy antiguo y extendido
El historiador griego Herodoto (450 a. C.) contaba que los escitas (un pueblo de las orillas del mar Negro) montaban unas pequeñas tiendas de campaña hechas de lana firme en las que organizaban baños de vapor con flores de cáñamo que quemaban en un jarrón con piedras calentadas en su interior que “llevaban a sus participantes a un estado de confusión”, un efecto ante el que el propio Herodoto no parecía sorprenderse en exceso.
El historiador romano Plinio el Viejo corroboró también que los efectos del cannabis eran bien conocidos: “Algunos comen las semillas fritas con dulces. Las semillas provocan una sensación de calor y, si se toman en grandes cantidades, afectan a la cabeza enviándole vapores calientes y tóxicos”.
La primera prohibición data del año 1378, cuando el emir Sudun Shikuni prohibió el cultivo del cáñamo en Joneima, en Egipto, condenando a aquéllos a los que se cogía consumiéndolo a arrancarles los dientes.
Pero nadie podía pensar que se crearía una psicosis en torno al cáñamo hasta el siglo XX. Y es que estaba en todas partes, ya que era fundamental para fabricar cuerdas, tejidos y papel, pero los hijos de campesinos –todos tenían cáñamo en su jardín– no parecían especialmente obsesionados por la idea de recolectarlo para fumarlo a escondidas perdidos en el bosque.
Efectos terapéuticos del cannabis: nada del otro mundo
Desde un punto de vista terapéutico, también se conocían los efectos del cáñamo, que de hecho no son nada del otro mundo.
La abadesa alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179) lo cultivaba en el jardín de su convento junto con otras hierbas más modestas. Promovía su uso para hacer frente a las náuseas (antiemético) y al dolor de estómago. Quienes lo consumen también alegan que relaja los músculos.
En el siglo XIX, un médico irlandés, William Brooke O'Shaughnessy, volvió a hablar de estos efectos del cannabis (antiemético, analgésico y relajante), por lo que se empezó a vender con toda tranquilidad en las farmacias, incluso en Estados Unidos, donde llegó a tener su espacio en la farmacopea oficial (sustancias reconocidas y permitidas por su efectos medicinales) hasta 1936.
Hoy en día, la fiebre por el cannabis (hablaré de sus causas más adelante) ha motivado numerosos intentos de demostrar que se trata de una planta medicinal extraordinaria.
Información falsa sobre el cannabis
Determinadas páginas web poco fiables sostienen que tiene efectos sobre el el autismo, la paraplejía, el párkinson, el cáncer, el alzhéimer, las úlceras, las diarreas, la migrañas, las enfermedades autoinmunes, la depresión, la esquizofrenia, el insomnio o la drogadicción y para tratar la dependencia a la cocaína. Y también que habría que suministrárselo a los niños para tratar el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). (6)
Eso es absolutamente falso. Hay que tener cuidado con la credibilidad de las fuentes en las que uno decide informarse.
Por el contrario, sí se sabe que el consumo de marihuana en la adolescencia aumenta los riesgos de psicosis en la edad adulta, además de provocar un descenso temporal de las facultades cognitivas. (7)
Los estudios científicos reales que se han llevado a cabo no han hecho sino confirmar lo que Hildegarda de Bingen (y probablemente unos milenios antes también los chamanes) ya sabía: que el cannabis ayuda contra las náuseas, estimula el apetito, relaja los músculos y tiene un ligero efecto analgésico.
En este contexto, era de suponer que podría ayudar a pacientes tratados por quimioterapia contra el cáncer (que tienen náuseas y dolores), a los enfermos de sida (que pierden el apetito) y a las personas con tensiones incontrolables y dolorosas en los músculos (epilepsia, esclerosis múltiple o el síndrome de Tourette, que provoca tics nerviosos).
Y, de hecho, a continuación podrá leer las conclusiones de las investigaciones científicas realizadas hasta la fecha.
Conclusiones de los estudios científicos sobre los efectos terapéuticos del cannabis
Los estudios científicos han concluido sobre los siguientes efectos terapéuticos, a los que no obstante acompañan determinados efectos indeseados ya mencionados. Por lo tanto, el paciente deberá evaluar con un médico si la relación riesgo-beneficio es positiva:
Cáncer: El cannabis es eficaz contra las náuseas y los vómitos provocados por la quimioterapia en el marco del tratamiento contra el cáncer. (8)
Los estudios que versan sobre este tema no se apoyaron en el cannabis fumado, sino en unas cápsulas con entre 5 y 10 mg de THC (dronabinol-Marinol) administradas por vía oral y legales para estos casos en Canadá. La penetración del THC en el organismo en estas dosis es prácticamente la misma que cuando se fuma un porro, sin los efectos nocivos de las toxinas que desprende la combustión (alquitrán, monóxido de carbono...).
La eficacia del cannabis sería entonces superior a la de los medicamentos tradicionales contra las náuseas, pero inferior al ondansetrón, un nuevo tipo de medicamento. Pese a todo, los efectos secundarios indeseados son notables. En estudios llevados a cabo a cabo en cerca de 1.400 voluntarios sometidos a quimioterapia (en principio favorables al tratamiento), el 10% dejó el tratamiento por sus efectos indeseados: depresión, alucinaciones, paranoia e hipotensión.
Sida: El cannabis también resulta eficaz para que los enfermos de sida recuperen el apetito y para luchar contra la pérdida de peso que provoca esta enfermedad, pero tiene los mismos efectos secundarios. (9)
Dolores: Unos estudios de 1975, por lo tanto algo antiguos ya, llevados a cabo sobre unos pocos pacientes con cáncer (41) concluían que el cannabis podía ser eficaz contra los dolores ligados al cáncer. Pero, una vez más, los pacientes se habían quejado de sus efectos indeseados. Se percataron de que 10 ó 20 mg de THC eran tan eficaces como unas dosis de 60 y 120 mg de codeína respectivamente. El producto se toleró bien a 10 mg de THC, mientras que a 20 mg provocó en los pacientes somnolencia, mareos, ataxia, bajada de la agudeza visual e incluso ansiedad extrema en cinco de ellos. (10)
Esclerosis múltiple: el THC puede mitigar los temblores, los dolores y la pérdida de movilidad provocados por la esclerosis múltiple. En Canadá existe un tratamiento que se vaporiza bajo la lengua y cuyo uso está permitido. (11)
Por último, hay también casos anecdóticos de pacientes que afirman que el cannabis les alivia el glaucoma (enfermedad de los ojos), al reducir la presión ocular.
Cómo se ha llegado a popularizar el cannabis
Ya ha quedado claro que, desde el punto de vista terapéutico, el cannabis no es nada del otro mundo y que, como droga, nunca ha sido masivamente codiciada por adolescentes y adultos en busca de sensaciones y evasión, y eso que les bastaba con extender la mano por el jardín para acceder a ella.
Pese a todo, algunos poetas parisinos (como Baudelaire) de finales del siglo XIX hicieron uso del cáñamo para buscar inspiración y explorar los “paraísos artificiales”, pero pertenecían a un movimiento marginal y socialmente elitista.
Entonces, ¿cómo ha pasado el cáñamo de forma tan radical de ser considerado una planta vulgar al estadio de planta mítica, al de nueva “fruta prohibida”, oficialmente censurado en la mayoría de países pero consumido con regularidad por 20 millones de personas en Europa? Una vez aclarados todos los aspectos del consumo del cannabis ligados a la salud, lo que sigue va dedicado a los que quieran profundizar en los aspectos sociológicos del fenómeno.
Todo cambió en la Jamaica de la década de 1930
Jamaica es una isla del Caribe que servía de primera etapa en la ruta de la trata de negros hacia América. En ella se han ido mezclando durante cinco siglos poblaciones africanas (sobre todo del África occidental) y europeas, quienes introdujeron la Biblia. Incontables iglesias de raíz protestante son frecuentadas por sus habitantes.
Con la abolición de la esclavitud en 1838, mano de obra india (de la India) empezó a afluir hacia Jamaica y, a su vez, introdujo las tradiciones del ashram indio, como el régimen vegetariano, la meditación y, sobre todo, el uso del cáñamo –denominado con el término sánscrito ganjah por esta tradición– en los rituales religiosos.
La ganjah se extendió con rapidez por toda Jamaica, más allá de la comunidad india, al tiempo que fermentaban los movimientos proféticos y revolucionarios.
El movimiento rastafari o rasta
En 1924, un pastor jamaicano emigrado a los Estados Unidos, el reverendo James Morris Webb, anunció a los jamaicanos que el fin de la esclavitud que había tenido lugar un siglo antes no era más que una etapa en su camino hacia la liberación. Los descendientes de esclavos negros debían experimentar un doble movimiento de liberación: la liberación interior a través de una conversión espiritual y la liberación política con un retorno a África.
Mediante una interpretación original de la Biblia, señaló a Etiopía como la verdadera Tierra Prometida, a la que denominó Sion. Ahí es donde debían volver los afroamericanos, como hicieran las doce tribus de Israel, para huir de la nueva Babilonia, que no es ni más ni menos que el mundo occidental y sus instituciones. (12)
Hizo la siguiente profecía: “Mirad hacia África, donde un rey negro será coronado para llevar al pueblo negro hacia su liberación”. Y así fue como se fundó el movimiento rastafari o rasta, profundamente enraizado en la Biblia, en las referencias cristianas y judaicas. Y es que los rastafaris tienen que seguir ciertos preceptos bíblicos, los de los nazareos (a los que pertenecía el famoso Sansón):
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no cortarse el pelo ni hacerse cortes en la piel, lo que lleva a la aparición de las también llamadas rastas, esas largas trenzas de cabello;
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no beber alcohol;
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seguir una dieta vegetariana estricta.
También tienen que leer un capítulo de la Biblia todas las mañanas y seguir los diez mandamientos.
Son polígamos. El famoso rastafari Bob Marley (que murió a los 36 años) reconoció a 11 hijos como suyos, y otra gran estrella rastafari del reggae como Denroy Morgan tuvo 29.
Pero a ello también se sumaron influencias indias, en particular la ganjah (el cannabis): fumarla era considerado como un “sacramento” por los rastafaris. La consideran una aportación de Dios (al que llaman “Yah”) para ayudarlos en su conversión interior, aumentar su gracia y elevarlos espiritualmente.
Aunque escaso en sus inicios, el movimiento rastafari tuvo una expansión brutal cuando en 1930 se cumplió la profecía del reverendo James Morris Webb.
La profecía rasta se cumple
En 1930, Haile Selassie I, cuyo nombre significa “Fuerza de la Trinidad”, fue coronado rey de Etiopía. Haile Selassie adoptó por emblema el León de Judá, el mismo de la primera tribu de Israel en el Antiguo Testamento. Además, afirmaba descender del rey Salomón por la reina de Saba.
Para Marcus Garvey, un rastafari que vivía en Harlem (Nueva York), este signo era inequívoco: el rey era el nuevo Mesías. Él también afirma ser descendiente de Moisés y de Jesús, quienes por cierto afirmaba que también eran negros.
El mensaje de Marcus Garvey se extendió ampliamente por Jamaica, donde el rey de Etiopía se convirtió en un verdadero ídolo venerado por los rastafaris como la encarnación misma de Dios, hasta tal punto que Haile Selassie I decidió visitar Jamaica en 1966. Ahí fue cuando todo cambió.
La conversión de Bob Marley
Bob Marley, hijo de un inglés de Sussex y de una jamaicana, era un cantante con talento y mucho poder de atracción, y muy conocido ya en Jamaica cuando el rey de Etiopía la visitó en 1966.
Estaba casado con Rita Marley, una mujer que participó en una congregación que se hizo en torno a dicho rey. Entonces ella afirmó haber visto los estigmas de Cristo (marcas de los agujeros que le quedaron en pies y manos por los clavos en la cruz) en las manos de Haile Selassie I, y Bob Marley se acabó convirtiendo al movimiento rastafari.
Este destacado letrista introdujo en sus canciones los temas rastafaris en los que llamaba al amor, a la revolución de los descendientes de esclavos, a la conversión espiritual, a la gloria del rey de Etiopía, a la nostalgia por la tierra de Sion, a la huida de Babilonia, a la lucha contra el opresor (“I shot the Sheriff”) y, por supuesto, al consumo de cannabis (“Kaya”, “Easy Shanking”), sacramento del movimiento rasta.
Su música, el reggae, es lenta, tambaleante y está inspirada en el rocksteady, el ska y el rythm and blues, como resultado de una fusión de influencias africanas, europeas y americanas. Sus conciertos eran verdaderas ceremonias litúrgicas en las que confluían las profecías, los rezos y las llamadas a la conversión y a la lucha (“Get up, Stand up”), y en las que el cannabis creaba la unión sagrada entre los músicos y el público.
En 1973, el guitarrista de blues inglés Eric Clapton viajó a Jamaica y descubrió su talento. Al año siguiente de su visita, hizo una versión de “I shot the Sheriff”, cuyo éxito fue inmediato y catapultó a Bob Marley hacia la fama mundial.
La ola del reggae en Occidente se acababa de poner en marcha. Los discos de Bob Marley empezaron a venderse por miles y miles (200 millones hasta hoy) y sus giras mundiales popularizaron a gran escala esa música mágica llamada reggae, de la que más tarde surgió el rap.
Mientras descubría a Bob Marley, el reggae y el movimiento rastafari, el público de masas conoció también el porro, que siempre acompañaba a los músicos, y se creó una verdadera corriente estética y espiritual a escala mundial.
Bob Marley, los rastas, el reggae y el cannabis se convirtieron en símbolos de la liberación, del progreso social, de la vuelta a las raíces africanas de la humanidad y de una nueva espiritualidad libre de las ataduras materiales de Occidente.
Más tarde, el movimiento sufrió mutaciones profundas, que le otorgaron mayor o menor importancia al cannabis, como se percibe en los raperos, descendientes directos de los rastas.
Y al igual que cientos de millones de oyentes disfrutaban del reggae y del rap, aun sin entender todas sus letras, y experimentaban una sensación de comunión con los músicos, unos millones, que poco o nada sabían de las raíces espirituales del movimiento rastafari, se familiarizaron a su vez con su “sacramento”: el cannabis.
Bob Marley muere de cáncer
Bob Marley murió en 1981 con 36 años, y no de un cáncer de pulmón, sino de uno de piel (un melanoma) que desarrolló en el dedo gordo del pie.
De hecho, el melanoma le había sido diagnosticado en 1977, cuando los médicos le aconsejaron amputarse el dedo de urgencia, pero Bob Marley se negó porque el movimiento rastafari prohíbe hacerse cortes. El cáncer desarrolló una metástasis y en 1980 Bob Marley ya tenía cinco tumores, uno de ellos en el cerebro, hasta que un año después murió tras un sufrimiento atroz, en una clínica de Baviera, mientras el doctor Issels, que había inventado una terapia alternativa contra el cáncer, intentaba salvarlo.
En resumen, sea como fuere, Bob Marley ha permanecido en el corazón de millones de seguidores como la quintaesencia del reggae y del movimiento rasta.
Además, es caballero de la Orden del Mérito de Jamaica y ha popularizado la idea de que consumir cannabis es un acto de liberación, a la vez que político y espiritual (liberación interior).
Así es como el cáñamo, antaño tan vulgar como la ortiga o el diente de león, se ha convertido en la actualidad en la fruta prohibida por excelencia.
Bob Marley: 5º en la lista Forbes de los famosos más lucrativos después de su muerte
Bob Marley, que cantaba contra el comercio y el capitalismo, se revolvería en su tumba si estuviera al tanto del descaro con el que sus descendientes explotan su nombre y su imagen.
Hoy en día ocupa el puesto número cinco (por delante, entre otros, de John Lennon y Marilyn Monroe) en la lista Forbes de famosos que más dinero generan después de su muerte, con 18 millones de dólares en 2014. (13)
Y puede que esto no sea más que el principio. La Bob Marley Estate, sociedad que gestiona los derechos de sus herederos sobre su imagen, anunció el lanzamiento de una mezcla especial de marihuana llamada Marley Natural, que pretende vender en los Estados Unidos. El fondo de inversión Privateer Holdings, con sede en Seattle, se ha aliado con su viuda e hijos para poner en marcha la producción y distribución en masa de una especie supuestamente tradicional de cannabis “jamaicano” en forma de lociones, cremas y hojas. (18)
Y a esto hay que sumarle las camisetas de Bob Marley, las gorras, los llaveros y chapas, los pósters de Bob Marley que los adolescentes rebeldes compran en las tiendas, los cascos, los relojes y los discos, además de la moda de las rastas en el pelo, que ya ha llegado incluso hasta Japón.
Con su nombre como baluarte del movimiento internacional de la legalización del cannabis, estamos hablando de un mercado de miles de millones de dólares. Quisiera o no, Bob Marley ya se ha convertido en algo así como el vaquero de Marlboro de la marihuana.
Si no se hace nada al respecto, está claro que dentro de muy poco su nombre no será más que el de una multinacional que cotiza en el Nasdaq.
P.D.: Seguro que entre sus conocidos hay gente que alaba las “virtudes” del cannabis, o incluso lo cultive en su propio balcón. O que tenga hijos adolescentes y le vengan bien argumentos de peso para explicarles por qué decir “no” a los porros. Le animo a reenviarles a todos ellos este e-mail para que conozcan los verdaderos efectos nocivos de su consumo y sus (modestos) efectos terapéuticos. Sin moralina; simplemente con argumentos científicos.