La extinción del Arco Iris

Según la leyenda, nuestro padre el sol y el agua de la vida, un día soñaron con agraciar a los mágicos tesoros del planeta Tierra. Fue así, como una torrencial lluvia de verano, sería el preludio del más colorido regalo que alegraría al corazón de la Naturaleza. Poco a poco, el azulado cielo se acostumbró a disfrutar del gran espectáculo llamado arco iris, que evocaba toda la pureza reflejada en los ojos de la Pachamama.

Con el paso del tiempo, la mirada de los Seres Humanos empezaba a descubrir que las ilusiones, eran capaces de aflorar la belleza escondida en la majestuosidad del Universo. No hay duda que el Hombre aborigen aprendió a rendirle tributo a esa genuina manifestación natural, mediante: rituales, cuentos y fábulas que despertaban la paz, la sabiduría y el amor. Ellos se encargaron de transformar al arco iris en el hijo de la lluvia, en la divina mensajera, en el siervo del Sol, en el vestido del Gran Espíritu, en un sagrado puente celestial, en una gigantesca serpiente emplumada, y en la fuerza vital que reconecta la mente y el cuerpo con la creación de los astros.

Jugando con el destino, llegaría la frialdad del Hombre científico quien lo describiría como un fenómeno óptico y meteorológico, generado por la refracción o reflexión de la luz solar en el agua pulverizada. De allí, que el arco iris provoca la aparición de un espectro de frecuencias de luz continuo en el cielo. La necesidad de conocimiento que trajo consigo la revolución de la ciencia, lo convertiría en un avasallante objeto de estudio, en una estadística geográfica, en un ángulo de medición, y en un sencillo experimento casero. Sin darnos cuenta, fuimos perdiendo la capacidad de asombrarnos ante los misteriosos destellos de Gaia que resaltaban en el firmamento, y elegimos ahogarla en las paredes de un prefabricado tubo de ensayo.

Tras revelarse el secreto de las deidades, llegaría el despiadado Hombre Moderno, quien pensaba que el arco iris era una distracción visual muy ridícula, aburrida y molesta de apreciar a simple vista, por lo que utilizó un arsenal de industrialización para oscurecer su resplandor y arremeter contra la voluntad bendita del cosmos. Además, al no poder privatizarlo y explotarlo para sacarle dinero, pues se dedicó a desteñir con ferocidad cada uno de los siete colores que lo iluminaban, dejando su luz en un retrato a blanco y negro que encabeza las páginas del crimen ambiental perpetrado en el siglo XXI.

El primer color que fue sacrificado por la irracionalidad social que vivimos a diario, lo simboliza el Rojo pasional que engalanaba la curvatura inicial de nuestro hermoso arco iris. Ahora, el rojo representa la sangre de todo el maltrato animal que castiga a las especies de fauna a escala global. La crueldad en contra de los animales, es un grave problema que se viene apoderando del Nuevo Milenio, reflejando la agresividad típica de los hombres y las mujeres que se aprovechan de la inocencia de los más indefensos.

Entre el daño físico a las mascotas que ocurre en las casas de familia, las sangrientas corridas de toros y macabros eventos taurinos, las rentables peleas de gallos y perros que se realizan en la clandestinidad, el abuso de los circos que irrespetan los derechos de los animales, y el lucrativo tráfico ilegal de ejemplares exóticos que los envuelve en una mercancía, en el cuero de un costoso chaleco italiano o en el plato principal de un restaurante. Cada una de las lágrimas de sangre que brota el arco iris, expresa la falta de valores, la anarquía y el instinto salvaje de los Seres Humanos.

Por ejemplo, en el mes de junio del 2014, detuvieron a un repudiable hombre en el aeropuerto internacional Ignacio Agramonte en Cuba, por haberse cosido 66 colibríes dentro de su pantalón y colocarle cinta adhesiva a los picos, para evitar que hicieran ruido y se descubriera el inimaginable crimen que estaba cometiendo. El delincuente buscaba contrabandearlos de forma ilegal, y venderlos en el mercado norteamericano. Es muy triste apreciar como hay personas inescrupulosas que por llenarse los bolsillos de sangre, son capaces de poner en peligro de extinción a especies de aves, reptiles, mamíferos y anfibios, que viven un verdadero calvario ante la siempre amenaza de los cazadores, quienes armados con la cobardía de sus escopetas, van destruyendo la quietud de la biodiversidad que yace en los bosques, selvas y junglas.

El segundo color que fue borrado del horizonte, lo constituye el cálido Naranja que brillaba en la segunda curvatura del preciado arco iris. Ahora, el naranja significa el funesto ocaso del equilibrio ecológico, por el constante aumento de la temperatura media global de la atmósfera terrestre y de los océanos. Es alarmante que la variación del clima por el Cambio Climático y el Calentamiento Global, venga propiciando la sequía, la desertificación, el deshielo de los glaciares y la muerte de los ancestrales ecosistemas que nos rodean. Es consabido que la retención de gases tóxicos en el planeta Tierra, es causada por las empresas tras quemar combustibles fósiles y producir una serie de químicos que se acumulan en forma de gases de invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso).

Recientemente, se confirmó que el fenómeno meteorológico “El Niño”, volverá a impactar con negatividad en el cuarto trimestre del 2014 y en los primeros meses del 2015. Por desgracia, los países latinoamericanos sufrirán las consecuencias ambientales de las inestabilidades de las corrientes marinas, que afectarán los cultivos, la ganadería y la fertilidad de los suelos. Se espera que el déficit de lluvia y el incremento de la sensación térmica castiguen con fuerza a Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. El problema genera incalculables pérdidas monetarias para el sector agrícola, y ocasiona cuadros de deshidratación, fatiga y desmayos en las personas.

El tercer color aniquilado del panorama, lo alude el vistoso Amarillo que relucía en la tercera curvatura del lejano arco iris. Ahora, el amarillo manifiesta el abuso del consumo eléctrico por el empleo de fuentes de luz artificiales, que amplifican la gran polución diurna y nocturna del planeta.

El uso de bombillas incandescentes para alumbrar zonas citadinas e industriales, es un inconveniente que se acrecienta por la continua saturación del sistema eléctrico, al dejar encendidos equipos tecnológicos y electrodomésticos, como: la computadora, el televisor, la lavadora, la estufa, el microondas, la consola de videojuegos y el freezer. Todo ese malgaste eléctrico produce la contaminación lumínica que sigue apagando la luz natural del arco iris.

El pasado 24 de junio del 2014, se celebró el Día Internacional contra la Contaminación Electromagnética, una fecha ecológica que busca crear conciencia social sobre los efectos perjudiciales para la salud, que generan los campos electromagnéticos de baja y alta frecuencia a los que se ven expuestos los individuos. Vemos que el sector de las telecomunicaciones en países industrializados y en vías de desarrollo, instala líneas de alta tensión y coloca transformadores de alto voltaje, en espacios geográficos abiertos muy próximos a caseríos, residencias y pueblos en los que habita la colectividad. A su vez, el perverso deseo de mejorar la recepción de señal inalámbrica en los dispositivos móviles, y por ende, crear un mayor marketing en la venta de los teléfonos celulares con tecnología WIFI, fomenta la gran infraestructura comunicacional que no piensa en los efectos secundarios de la electropolución.

El cuarto color que fue enturbiado por la mano opresiva del Hombre, lo ejemplifica el frondoso Verde que sostenía la cuarta curvatura de nuestro leñoso arco iris. Ahora, el verde escenifica la abismal deforestación por la tala indiscriminada de árboles en todo el relieve mundial. El hacha y la motosierra se encargan de devorar las millones de hectáreas que encuentran a su paso, para lograr la expansión de la frontera agrícola, envenenar la tierra con la semilla transgénica, enviciar la cosecha con el fruto del narcotráfico, y obtener la madera que será la materia prima en la creación de productos de uso masivo. Nos duele que el arco iris perdiera el verde pasto, que era el único camino despejado para salvaguardar la existencia humana en el planeta.

Es lamentable saber que el cultivo transgénico de soja y maíz se apoderará del Chaco Paraguayo, cuya región presenta una de las mayores tasas de deforestación global, y en la que cada día se va reduciendo la superficie boscosa por el libre albedrío que existe en su interior. Todo el Mundo conoce las peligrosas desventajas que conlleva la producción y el consumo de los alimentos transgénicos, que van desde malformaciones genéticas, pasando por daños al hígado y hasta la muerte de las personas. Cada vez, son más los países que prohíben la venta de las sustancias tóxicas estadounidenses, e intentan rescatar la seguridad alimentaria para la población, mediante el cultivo orgánico y responsable de hortalizas, cereales y legumbres.

El quinto color que fue ahogado por la barbarie terrícola, lo personifica el pacífico Azul que navegaba por la quinta curvatura del arco iris. Ahora, el azul encarna la contaminación del agua que se observa en los ríos, lagos y mares del planeta Tierra. El deterioro en la calidad del vital líquido, es el resultado de una sistemática alteración de los cuerpos de agua dulce y salada, debido a los inagotables derrames de petróleo, los residuos industriales que descargan las empresas trasnacionales, y las gigantescas redes de los barcos pesqueros que vulneran la integridad de los ecosistemas.

Es un proceso muy corrosivo para la vida marina, que no halla un refugio de luz ante tanta perversión ambiental.

En tal sentido, Ecuador se ha convertido en un referente mundial en casos de derrames de hidrocarburos, pues cada año se suscitan un gran número de accidentes petroleros por roturas de válvulas, tuberías y mangueras submarinas, que estropean los recursos naturales del entorno. En junio del 2014, se derramaron más de 500 barriles de petróleo en el Pacífico, frente a la localidad de Esmeraldas en territorio ecuatoriano. El mencionado delito ambiental fue la continuación de los 5000 barriles de crudo que en el 2013, ya habían contaminado un área agrícola y ganadera de la provincia costera de Esmeraldas. Lo peor, es que la crisis ecológica latente pone en franco riesgo a zonas verdes protegidas, como el Parque Nacional Yasuní que fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.

El sexto color que fue arruinado por el orbe, lo interpreta el guerrero Añil que recorría la sexta curvatura del otrora arco iris. Ahora, el añil demuestra toda la basura orgánica e inorgánica producida por la actividad humana, que ensucia las quebradas, cañadas y desagües naturales, los cuales son muy necesarios para drenar el agua de lluvia y evitar inundaciones, deslizamientos de tierras y una emergencia sanitaria en las ciudades que albergamos. Sin embargo, la ausencia de educación ambiental en el discernir de la gente, sumado al rechazo generalizado en practicar la Cultura del Reciclaje, contribuyen peligrosamente en la destrucción de los ecosistemas, que se convierten en los vertederos a cielo abierto preferidos por las comunidades, para depositar sin ningún tipo de remordimiento los desperdicios que se acumulan en sus viviendas.

Por ese motivo, el descontrol global sobre la recolección y el destino final de la basura doméstica e industrial, es una problemática que escapa de la razón y se refugia en las profundidades del ecocidio. Recordemos que entre marzo y abril del 2014, se buscaba con desesperación una cajita negra en el Océano Índico, y lo que encontraron fueron toneladas de basura flotando en las trágicas aguas de la violencia ambiental. No olvidemos que también existe la “Gran Mancha de basura del Pacífico”, que ostenta cantidades elevadísimas de plástico suspendido y fango, midiendo alrededor de 700 mil kilómetros cuadrados. Ese descomunal flagelo, acaba con especies autóctonas marinas, que pagan los platos rotos del inicuo modo de vida de la Humanidad.

El séptimo color que fue aporreado por la locura contemporánea, lo padece el extravagante violeta, que cantaba en la séptima curvatura del extinto arco iris. Ahora, el violeta refleja toda la contaminación visual a la que estamos expuestos, por el exagerado bombardeo publicitario visto en la televisión, en la radio y en la Web. Nos hallamos presos en un terrible escenario comunicacional, lleno de marcas comerciales que desean vendernos cualquier cosa que inventen, sin pensar en la reacción emocional que producen en los usuarios. La compra y venta de bienes y servicios que propicia el bestial consumismo moderno, va socavando la labor conservacionista en beneficio del Medio Ambiente, ya que siempre se explotan y rentabilizan los recursos naturales, pero nunca se ponderan los daños colaterales de esos abusos ecológicos.

Cuando salimos a la calle, es frecuente observar un gran número de banderolas, carteles luminosos, afiches, pancartas y demás material propagandístico, para obligar a que la sociedad civil vote a favor de un candidato en las elecciones del domingo, o compre ese enorme televisor que reproduce los programas en alta definición. Con el fin de lograrlo, invaden de mensajes visuales los sitios más concurridos por los ciudadanos (plazas, parques, avenidas y puentes vehiculares). Lo que genera discordia, es que para montar todo ese aparataje mediático, se vulneran las condiciones ambientales que exterioriza el entorno. Es común que se talen árboles patrimoniales, se incineren porciones de la vegetación urbana y hasta se derrumben edificaciones de larga data, por el mezquino capricho de favorecer a los intereses económicos del sector privado.

Fue tanta la destrucción ambiental, que los Seres Humanos terminaron ciegos en el infierno de las balas perdidas. Los siete colores del arco iris en el planeta Tierra, se transformaron en los siete pecados cometidos por la Humanidad. No hay forma de regresar las manecillas del reloj, y rescatar el rojo pasional, el cálido Naranja, el vistoso Amarillo, el frondoso Verde, el pacífico Azul, el guerrero Añil y el extravagante Violeta. Ahora que llegó el final de la historia, tenemos que cruzar los dedos y mirar al cielo, en busca de un fortuito milagro que los ojos de un niño se atrevan a descubrir. Ecoportal.net

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